miércoles, 1 de mayo de 2013
Llegaste a mi vida cuando nadie te había llamado. Entraste sin invitación y poniéndolo todo patas arriba. O quizá lo que hiciste fue ordenarlo todo. Me arriesgué, nos arriesgamos, confiamos desde cero y a día de hoy, meses después, puedo decir que ha sido la mejor decisión que he tomado nunca. No tuvimos ningún tipo de problema en empezar algo desde la base, en esforzarnos en que esa base fuera lo suficientemente sólida para aguantar algún que otro movimiento brusco. A partir de ahí, con cada detalle, la torre cada vez se hace más alta. Duele no poder verte al menos cinco minutos al día, duele también no poder demostrar las ganas que tengo de besarte a cada segundo que pasa. Duele la distancia, pero somos más fuertes que eso. Yo me como la distancia con patatas si la recompensa es tenerte y ser feliz cada día. Eres quien consigue sacar la mejor de mis sonrisas y te estoy muy agradecida. He aprendido a tener las cosas muy claras, a saber lo que quiero y lo que merece la pena conservar. Contigo he cambiado y me alegro mucho de que así haya sido. No me canso de repetirte que gracias por todo. Gracias por estar ahí siempre para lo bueno y para lo malo, en los peores y en los mejores momentos. Gracias por dejarme un hombro en el que llorar y por darme mil razones para sonreír, gracias por confiar en mi y gracias por ser así y hacer que yo sea como soy. No se que me hiciste, pero no dejes de hacerlo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario